jueves, 9 de diciembre de 2021

Ciencia y opinión pública. Epistemología y cultura científica Tarea 3

Tras la lectura del texto de Sober mi perspectiva se mantiene. Creo que es muy difícil hacer a la sociedad en general responsable de los aspectos éticos de una investigación. Más allá del uso final de la tecnología y de los intereses económicos de terceros, muchas veces nos topamos con la moralidad y creencias implantadas y desarrolladas en las personas. Estas interfieren en el entendimiento del problema e incluso en las consecuencias asociadas a ese problema. Por ejemplo, y de nuevo como opinión personal perfectamente rebatible, a la gente con fuertes convicciones religiosas se le hace francamente difícil entender o asimilar un concepto que cambie lo que ellos consideran “el orden natural de las cosas”. Siguiendo la temática génica del texto, podemos plantear un escenario hipotético en el que nuestro conocimiento del genoma humano sea tal que podamos confeccionarlo a nuestro antojo conociendo las consecuencias completas de hacer pequeños cambios en este (un escenario que se encuentra todavía muy lejos). Planteemos que podemos hacer que las personas sean inmunes al VIH, desde el punto de vista científico sería un avance científico que permitiría una mejor calidad de vida, para otras personas es una manera de interferencia en el curso natural de las cosas, ya que necesitamos tomar un óvulo o un espermatozoide y hacer la modificación de estos ex vivo. Si esto no está programado para hacerse así porque se ha de hacer, se llegarían a preguntar.  Para mí esto trasciende el orden natural de las cosas, permitiría erradicar una enfermedad que ahora mismo solo podemos controlar, y el fin justificaría la investigación. Desde luego, cuando intentas profundizar en este tipo de ideas te das cuenta de que no posees todas las herramientas para poder juzgar sobre las implicaciones éticas o problemáticas sociales que este tipo de experimentos conllevaría o al menos en mi caso es así. Eso es un campo en sí que trasciende la experimentación y ha de estar separado de está; quien juzgue los aspectos éticos ha de ver la ciencia de manera diferente a los investigadores y asomarse más allá de la observación o los avances en sí.

Más allá de que la sociedad deba controlar los aspectos éticos de la investigación, sí que creo que todo experimento ha de someterse al escrutinio público. La ciencia se hace por y para las personas, pero la capacidad de entender las consecuencias éticas y tomar las decisiones acordes a esta, tiene que recaer sobre expertos. Debemos fomentar una cultura divulgativa que ayude a entender los experimentos y permita poder hacer juicios con al menos un poco de conocimiento. En la actualidad parece que la opinión se da con la lectura de un titular, y poco más. Eso sí, yo dejaría los aspectos éticos a personas que presenten un gran conocimiento del problema y que lo entiendan, incluso se puede hablar de dos paneles diferentes de personas: las expertas en el problema o la solución propuesta y las expertas en las múltiples consideraciones éticas. Estos dos grupos deberían cohabitar y regular todo esto. Ellos o los representantes a los que asesoran son lo que han de trasmitírselo a la sociedad para que la mayoría de las personas entiendan el experimento y sus consecuencias.

El hecho que ciertos resultados científicos necesiten ser regulados por administraciones públicas me parece que va más allá de lo que yo entiendo como ética. Para mí, una investigación ética está hecha bajo el consenso de una mayoría de la comunidad científica y está validada por esta y respeta los derechos de todos los humanos.  Si un gobierno o una administración pública tiene que controlarlo es porque lo que se está investigando va más allá del desarrollo científico, existen intereses económicos o se sospecha que puede conllevar riesgos inasumibles para los individuos. Si este es el caso, y dada la realidad de nuestra sociedad actual, sí creo necesario algún organismo que controle y legisle la investigación, pero no por la controversia pública. Si nos ceñimos a la actualidad, muy poca gente sabe exactamente o vagamente en que consiste el ARN mensajero y cuál es la respuesta de nuestro cuerpo a la inoculación de las vacunas, pero el debate y la controversia que se desarrolló alrededor de la vacunación fue y es desproporcionado. El hecho de vacunarse o no afectaba en nuestro día a día, y el desconocimiento llevo a la desconfianza. Además, la difusión y las tendencias minimalistas de consumo de información que tenemos actualmente, reflejaban en mucha gente que la investigación en ARN mensajero y sus usos habían empezado con la pandemia actual, y Katalin Karikó había empezado a investigar sobre ello en los años 1990. Si por el común de la gente fuera, no nos habríamos vacunado porque no entendíamos ni el problema, ni la solución, por supuesto no todos somos virólogos o bioquímicos.  Por ello los gobiernos de diferentes países y organismos internacionales, utilizando paneles de expertos en cada una de las implicaciones de la vacunación, tomaron la decisión de proponer la vacunación masiva de la población.

Para concluir, las problemáticas sociales o éticas que la investigación pueden suscitar no han de controlarse solo por la opinión pública. Esta clara que nos regimos por decisiones de la mayoría, es la única manera de adoptar posturas en nuestra sociedad actual, pero muchas veces las controversias públicas están basadas en la difusión de opiniones poco fundadas y en la falta de formación. Las decisiones sobre las consecuencias de una investigación han de atenerse, bajo mi punto de vista, al respeto de los derechos humanos básicos y a lo que un comité de expertos en los múltiples aspectos de la investigación decida. 

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