El hecho de superar la infección por la COVID-19, con o sin hospitalización, no te hace inmune a sufrir dolencias aparentemente relacionadas con la COVID meses después de haber contraído y superado, en apariencia, la enfermedad.
La influencia del SARS-CoV-2 en nuestro día a día no se ha reflejado solo
en las numerosas víctimas, las restricciones o la alta capacidad de
transmisión. Esta pandemia trae consigo una total indefensión y parece que una
incertidumbre constante. Es normal que la rápida evolución de la COVID, llevara
a los científicos y expertos en salud a una carrera contra el crono para
intentar entender y paliar sus efectos. Aun así, estuvo, está y estará llena de
incógnitas que poco a poco se van resolviendo. Una de ellas es el long COVID o COVID persistente.
La organización mundial de la salud (OMS) define el COVID persistente como “la condición que ocurre en individuos con
antecedentes de infección probable o confirmada por SARS-CoV-2, generalmente 3 meses
después del inicio, con síntomas que duran al menos 2 meses y no pueden
explicarse con un diagnóstico alternativo”. Cómo siempre con esta
enfermedad, los intervalos y los síntomas son difusos. Se habla de COVID
persistente cuando se manifiestan síntomas como dificultad respiratoria,
fatiga, dificultad para concentrarse se extienden en el tiempo durante semanas
o incluso meses.
Principales síntomas
observados en los casos de COVID persistente.
Se estima que un 10% de la población española que ha sufrido o se sospecha
que ha sufrido COVID-19 sufre o ha sufrido COVID persistente, publicado este
mes de marzo en el último informe sobre el COVID persistente (https://www.ciencia.gob.es/dam/jcr:11919126-1134-48da-b30e-d340b51e98ec/Informe_de_GMT_sobre_COVID_persistente.pdf). Este informe lo elabora el Grupo de
Trabajo Multidisciplinar (GTM), que asesora y apoya al Ministerio de Ciencia e Innovación
en materias científicas relacionadas con el COVID-19 y sus consecuencias
futuras. En este mismo informe y utilizando datos de un estudio publicado
recientemente en la revista Nature
Medicine (https://www.nature.com/articles/s41591-021-01292-y) se establece que la población más propensa a sufrir las
consecuencias del COVID persistente son mujeres adultas de entre 30 y 50 años.
Además, parece más probable que una persona que no ha sido hospitalizada sufra
de las consecuencias del COVID persistente. Parece que el sesgo de población
observado puede tener una explicación. Es más fácil detectar o notar una
dolencia nueva cuando de manera general no sufres dolencias o achaques
crónicos, algo que ocurre en la mayor parte de los jóvenes adultos y en el caso
de los ancianos puede ser atribuido a una dolencia preexistente.
La semana pasada se ha publicado un estudio en la revista médica The Lancet Digital Health un artículo (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2589750022000486?via%3Dihub#cesec70) identificando quien puede tener COVID
persistente en Estados Unidos sin haberse diagnosticado. En este estudio se
utilizan los registros médicos de casi 2 millones de pacientes mayores de 18
años, de los cuales casi 100,000 sufrieron COVID-19. Los historiales médicos de
estas personas se sometieron a intrincados análisis estadísticos para
correlacionar e identificar patrones de Long
COVID. En este estudio se ha encontrado que la mayoría de los pacientes que
sufren COVID persistente sufren afecciones pulmonares, lo cual no es
sorprendente dado que es el principal aparato que ataca el SARS CoV-2. A estos síntomas
se les ha de añadir la presencia de desordenes del sueño, ansiedad, malestar,
dolor de pecho o estreñimiento; estos se diagnosticaron y reflejan en las
historias médicas también por el tratamiento recibido. El COVID persistente
también se ha manifestado en mayores proporciones en pacientes con condiciones
preexistentes, como diabetes o enfermedades pulmonares o renales. Uno de los
hallazgos más llamativos se relaciona con las personas que han sido vacunas
tras haber sufrido la enfermedad, estas tienen una menor probabilidad de sufrir
síntomas a largo plazo.
Las conclusiones del estudio no se pueden tomar más que como indicativos
que arrojan algo más de luz para entender esta pandemia. Hay que entender que
el estudio se basa solo en los historiales clínicos, y dado el sistema
sanitario estadounidense, se refiere a un sesgo de la población que puede
acceder a un seguro de salud. Aun así, los datos pueden extrapolarse a
poblaciones que siguen las recomendaciones de la OMS en la gestión de la
pandemia, como es España.
Uno de los aspectos en los que la ciencia todavía está lejos de tener una
solución es el por qué se produce el COVID persistente. Se ha postulado que
durante el proceso de infección se produce un exceso de inflamación que
persiste en el tiempo, pero también puede ser una respuesta inmune exagerada, o
la presencia de virus en ciertas zonas del cuerpo como la zona intestinal o
incluso alteraciones del sistema nervioso.
El GTM recomienda que a los pacientes que entran en el proyecto
CIBERPOSTCOVID, una colaboración del Instituto de Salud Carlos III y los CIBER
de respiratorio (CIBERES) y de salud pública (CIBERESP) para poder mejor el
diagnostico, el tratamiento y la rehabilitación de los pacientes con COVID-19,
deben también responderse a esta serie de preguntas (extraídas del Informe del
GTM sobre COVID persistente):
• ¿Cuántas personas en la población española continúan teniendo síntomas de
COVID-19, o incluso desarrollan nuevos síntomas, después de una infección aguda
por SARS-CoV-2?
• ¿Cuál es la causa/s etiológica de la enfermedad?
• ¿Posibles tratamientos?
• ¿Qué hace que algunas personas sean vulnerables, pero otras no?
• Para aquellos pacientes que no se recuperan por completo: o ¿cuál es la
incidencia, prevalencia, la historia natural, el espectro clínico y la biología
subyacente de esta afección? o ¿Existen fenotipos distintos de pacientes que
tienen síntomas prolongados u otras secuelas?
o ¿Existe perspectiva de género en cuanto a la
predisposición?
o ¿Cuál es la causa biológica subyacente de estos
síntomas prolongados?
o ¿Existe una base común de la enfermedad?
• Mantienen estas personas
o Replicación residual activa en órganos
específicos (¿enfermedad infecciosa)?
o Autoinmunidad/autoinflamación inducida
secundaria (¿enfermedad por desregulación inmune)?
o Rasgos psicopatológicos características de
agrupación (¿enfermedad mental)?
• ¿La infección por SARS-CoV-2 inicia o promueve la patogénesis de
afecciones o hallazgos que evolucionan con el tiempo para causar disfunción orgánica
o aumentar el riesgo de desarrollar otras enfermedades, como trastornos
cardíacos o cerebrales crónicos?
• Realizar estudios con vacunas en sujetos afectos por CP para saber bien
el grado de eficacia de éstas y saber qué pronóstico tienen sobre la afectación.
Todavía, como en múltiples aspectos de esta pandemia, se requiere un
estudio concienzudo y pormenorizado, pero la rápida propagación del virus y la
tremenda influencia que presenta en todo el mundo apenas deja margen para eso.
Este tipo de “secuelas”, por su alta incidencia, necesitan un tiempo más
profundo. Los nuevos hallazgos, sumados a la perspectiva del tiempo, van a
permitir poder diagnosticar y tratar el COVID persistente.